Azores
Un lugar mágico llamado Azores
Desde que bajé del avión sentí algo.
No sé bien cómo explicarlo.
Yo no soy de hablar mucho de energía
pero esta isla tiene algo que se siente.
Es verde. Muy verde.
El verde más vivo que he visto.
Y es silenciosa, pero no vacía. Llena de naturaleza, de vida, de calma.
Todo allá parecía sacado de otra época.
Calles tranquilas, ritmo lento, aire limpio.
Una especie de Europa detenida en el tiempo.
Hasta la aerolínea lo dejaba claro.
Aviones con mensajes como “Dream” pintados en los costados
como si desde el vuelo ya te prepararan para entrar en otro mundo.
Y sí.
Era como estar en otro mundo.
La isla me hizo bajar el ritmo.
Observar más. Respirar mejor.
Y conectar con lo que a veces uno deja para después.
Pero no fue solo naturaleza.
También fue amistad.
Visité a una de mis mejores amigas, Ángela,
y compartir ese lugar con ella lo hizo todavía más especial.
Ah, y los tés.
Nunca fui de tomar té,
pero acá… me cautivaron.
No fue una gran aventura.
Fue una gran pausa.
Y eso también transforma.

















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