Peru
Perú me sorprendió en todos los sentidos.
Empecé por Lima, y como era de esperarse, la comida me voló la cabeza.
Era ateo del ceviche… y terminé creyente.
Nunca pensé que un plato pudiera cambiarme la opinión tan rápido.
Pero fue cuando salí de la ciudad que el país me mostró otra cara.
Una mucho más profunda, más salvaje, más mágica.
Desde el caos hermoso de Machu Picchu
hasta los colores imposibles de la montaña y el Valle Rojo,
cada lugar parecía sacado de otro planeta.
En Huacachina, el desierto parecía no tener fin.
Y en Ica, entre dunas y viñedos, el ritmo se volvió más lento.
Lo que más me impresionó fue la diversidad.
Selva, montaña, costa y desierto, todo en un mismo país.
Un contraste tras otro.
Y en cada rincón, algo distinto que admirar, que probar, que aprender.
Perú no solo me alimentó el cuerpo.
También me alimentó el alma.

















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